Peligro a bordo

Acontecimientos como el ocurrido el pasado jueves 10 de Septiembre, en el que Julián González Marín fue atropellado y posteriormente rematado por José Antonio Romero Laureani, conductor de la unidad 1160 de la ruta “Las amapolas”, nos hacen recordar en la terrible situación por la que atraviesa el gremio camionero urbano.
Es posible que hechos como este no parezca extraño para la sociedad en general, no por la naturalidad de los hechos, sino por la frecuencia en que estos se presentan. En la zona conurbada Veracruz-Boca del Rió, resulta común enterarse frecuentemente de hechos como este, aunque por su peculiar descaro en que dicho suceso se desarrollo, evoca a la severa crisis en valores humanos por la cual la sociedad en general esta atravesando.


Por una parte tenemos al sector transportista urbano, quien aproximadamente una década atras y debido a cuestiones de organización laboral, recurrieron a un cambio en cuanto a retribución económica, siendo los mismos conductores quienes determinarían su ingreso monetario, definido por el boletaje que este lograra cubrir en su jornada laboral, además de la instauración de diversos puntos de revisión, en los que el operador tendría que verificar su tarjeta y algunas cifras estadísticas conforme a su ultimo recorrido.

He ahí una de las razones principales del incremento en cuanto a accidentes viales con camiones de pasaje urbano se refiere, debido a que en su necesidad de cubrir determinado tiempo y conseguir mas pasaje, la carga y estrés laboral se han disparado en estas personas, que finalmente este puede incurrir en un accidente vial.
Otro factor importante a considerar, es el desconocimiento en cuanto a cultura vial se refiere, pues tanto transportistas, automovilistas y peatones en general no respetan y en algunos casos es ignorada en su totalidad.
Este incorrecto comportamiento vial de camioneros y taxistas es justificado con frases como “este es nuestro trabajo y podemos utilizar cualquier recurso tengamos a la mano”; sin importar la integridad de sus pasajeros ni del resto de los automóviles que transitan a su paso, una autentica burla a la ética y el civismo.

Mención aparte recibe la impunidad en dicha problemática, pues para los usuarios transportistas es común observar que (a partir de la municipalización de departamento de transito) tras la detención de un agente de transito a una unidad urbana, el conductor descienda y le entregue veinte pesos, como eterno remedio para cualquier mal entendido vial con el agente de transito, quedando a la deriva la aplicación de multa que debiese ser impuesta por el oficial.
Es por eso que tanto sociedad como usuarios del transporte urbano deben exigir un mejor servicio de parte de los operadores y concesionarios, mismos que en la mayoría de los casos no reúnen los estándares requeridos, y dejar de justificar estos actos de impunidad e injusticia con la eterna frase “cada pueblo tiene lo que se merece”.

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